martes, 6 de julio de 2010

L@s Escoltas del paso pequeño y los sueños grandes...






Ya casi termina el mundial de fútbol en Sudáfrica.

Este mes ha pasado realmente rápido, parece el primer partido en el Soccer City Stadium fue ayer y el primero gol del torneo (de un tal Shabalala) aún resuela en el colectivo del mundo, adornado de música vuvuzelaica.

Mucho ha pasado desde entonces. Hoy Holanda ha ganado su pase a la final del campeonato y mañana Alemania y España disputarán el último de los boletos. Es julio del 2010 y much@s ya se preguntan que harán la otra semana cuando este evento tan permisivo (para generarse excusas de todo tipo) desaparezca del aire.

Entonces todo regresará a la normalidad. Ya no habrá más vínculos de conveniencia, ni tantos compas y amig@s de oportunidad para ver los partidos, se acabarán los sentidos de pertenencia contradictorios y cada uno de los países volverá a tener dentro de nuestras cabezas su asignación y calificativo tradicional, alejado de los matices deportivos.

Sí, tod@s hemos comentados goles, patadas, decisiones arbitrales, salidas prematuras de algún equipo o los comentarios de Maradona. Sin embargo, hay un tema que no he escuchado a nadie comentar por ahí (en ninguna casa, calle, bar o canal de televisión).

No he escuchado a nadie hablar sobre los niños y niñas escoltas, esos pequeñines que han acompañado a cada selección de fútbol mientras salen a la cancha.

Debo aceptar que cada vez que he logrado ver un partido desde su inicio, he disfrutado mucho al ver las caras nerviosas y felices de los chic@s mientras esperan en el tunel del estadio. Vaya momento mágico ese de salir a la cancha de la mano de uno de sus ídolos (aunque sea de turno y no le entiendas ni una palabra).

Imagino sus palpitaciones de corazón, su incredulidad ante lo magestuoso del escenario, el asombro que deben sentir ante el bullicio de los aficionados... es un momento único en sus vidas, uno de esos puntos altos que quedan improntados en la memoria sin ningún esfuerzo.

Ese peregrinaje a la cancha que tan sólo dura un par de minutos, representa para esas criaturas una aventura completa. ¿Cuántas veces se tiene la oportunidad de apreciar un aforo de 45.000 mil o más personas lleno a reventar? ¿Cuánta energía se podrá sentir durante ese corto pero significativo acto de protocolo?

Para ellos y ellas multipliquelo por mil.

Hago este momentario porque me parece importante rescatar el lado humano y social del pueblo sudafricano, lugar de procedencia de la mayoría de los participantes en este rito de escolta ceremonial. (Sé que han participado chicos y chicas de otros países también).

Lleno de contrastes y dificultades de nivelación socioeconómica, este país es aún una mezcla cultural que busca balance, a pesar de ser una de las naciones más desarrolladas del continente Africano.

Producto de esta problemática, una cuarta parte de su población vive inmersa en una realidad de pobreza extrema de alto calibre y deben sobrevivir con menos de $2 por día.

No sé cuantos niños o niñas de los que han sido escoltas durante el campeonato pertenecen a esta cruda realidad, pero quiero pensar que algun@s han tenido la oportunidad de participar. Quiero pensar que los han tomado en cuenta y han tenido la hermosa posibilidad de sentirse vivos y capaces de verle la cara al mundo.

Este es un ejercicio de visibilización.

Es necesario (re)descubrir el entorno que le da contexto al mundial. Es necesario apreciar los detalles de la imagen y hacer un esfuerzo por mirar las figuras pequeñas (esas que la cámara trata de obviar). Esos puntitos, esos rostros, esos ojos... son el pasaje a la vivencia, son el encuentro con lo real, son el vínculo verdadero que nos recuerda una cara del mundo que no debemos ignorar por un partido de fútbol (o de cualquier otro deporte).

He visto niños y niñas, algun@s más alt@s otr@s más bajit@s, algun@s rubi@s y otr@s muy morenit@s, un@s muy flaquit@s y otr@s más rellenit@s... a algun@s l@s he visto sonreír y a otr@s no tanto. Incluso recuerdo haber visto alguno con una prótesis en su piernita...

En total habrán sido 1408 niños y niñas quienes habrán desfilado hacia la cancha para cuando termine este mundial...

Lo que yo espero de todo esto, es que cada uno de esos pasos que han dado, permanezca muy bien grabado en sus memorias, al lado de los sonidos ensordecedores y las emociones que se les salían del pecho.

Espero que atesoren ese instante como el recordatorio de que han podido caminar hacia su momento de gloria, de la misma forma que perseguirán sus sueños.

De un país que crezca, mejore y se desarrolle hacia la igualdad y el bien social, depende todo esto... pero no se engañe, en el nuestro necesitamos lo mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario